jueves, 16 de septiembre de 2010

que triste...

que triste es ver
como maltratamos nuestra sangre
nuestra historia.
hierros y palos
contra la verdad inocultable
que pide a gritos
un poco de piedad, ya no justicia.
hiere el dolor ajeno
que ya no lo es tanto
porque es el dolor contra uno mismo
el de la propia sangre.
¡pero qué ciegos tenemos los ojos del corazón!
tan ciegos estamos que
no queremos ver quienes somos
no queremos ver de qué lado estamos
en realidad
porque en verdad todos somos del mismo lado.
¡qué necias esas manos!
que golpean y mutilan a sus semejantes
¡qué mezquina la vida suya!
que niega la vida de todos
¡qué corta la mirada que poseen!
pobres sus corazones, vacíos de sentimiento
sus manos huérfanas de caricias
sus ojos ciegos de ternura, pobres
¿ignoran acaso que están solos
que quedarán solos?
¡qué tan seductor ha de ser el poder
que pone ojerizas a sus corazones
que endurece como piedra sus labios!
pero aún así
nuestra sangre maltratada
sigue corriendo por las venas
llevando la urgencia de vivir
a cada rincón de esta ciudad
es que hay mensajes
que no pueden perderse, y
si con sangre deben ser escritos
con sangre se escribirán.

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